Llegamos al PUENTE que cruza la carretera y que conduce al barrio de Moratalaz. Gina me sigue unos metros más atrás. Debemos darnos prisa para llegar a casa de mi padre antes de que amanezca y la luz lo inunde todo. Se me va haciendo un nudo en la garganta al pensar en Irene. Y el bebé. Y en este mundo terrible que le tocará en suerte si sale adelante. Me lo imagino como Dani, arriesgado, ingenuo, noble, capaz de sacrificarse todavía por amor. Me acuerdo de las familias del Retiro, las últimas libres quizá. Y de Leo… ¿Qué habrá pasado con Leo?, le pregunto a Gina. Ella no lo sabe. Me cuenta que se lo encontró en las escalinatas del hospital. Estaba revisando la bomba casera esa que le dio el militar. Me dijo que te estaba esperando fuera, y que luego teníais planes, algo importante que hacer. Y entonces alzó la bomba hacia Torrespaña, que está allí cerca y gritó: ¡Ya veréis dónde os voy a meter el Pirulí! Luego me dijo que tú estabas dentro visitando a tu padre. Y entramos juntos a buscarte.
Subimos a la primera planta y Leo se quedó observando una estantería con medicinas, frascos y botes de ALCOHOL. Destapó uno de los botes y le dio un trago. ¡Aaaagh! Buena cosecha, decía el idiota. Y luego se fue a los lavabos mientras yo te buscaba. Se metió al servicio a enjuagarse la boca. Y la luz comenzó a fluctuar. Luego un leve FOGONAZO. Y finalmente un CHILLIDO AGUDO, breve. Se metió la mano en el bolsillo y sacó a su RATÓN. Estaba SECO. Al apretarlo crujió y se hizo polvo. Mierda... Se empezaron a escuchar VOCES EXTRAÑAS a lo lejos y las LUCES del techo se fueron ENCENDIENDO. Entonces se encerró en un pequeño servicio y echó el pestillo.
¿Y cómo sabías lo del ratón si no estabas allí con él?, le pregunto a Gina. Pero ella dice que sí estaba y continúa con el relato. Leo encerrado en el váter, en silencio. Veía las luces del techo aumentando de intensidad. Y luego escuchó ABRIRSE LA PUERTA de los lavabos. SUSURROS de mil voces. Unos PASOS discretos. Leo traga saliva y se saca la bomba del bolsillo. Se prepara para detonarla. Los pasos se detienen ante su puerta. Leo se mantiene muy quieto. Alguien mueve el pomo… ¡Soy yo!, dice la voz de Gina. Leo resopla. Abre la puerta y... un FOGONAZO quema su rostro.
Me quedo lívido contemplando a Gina en el puente. Me sonríe. Y un hedor a electricidad lo baña todo. Detrás de ella van apareciendo otros individuos. Alguna de las enfermeras del hospital, que nos han seguido. Gente que habla con VOZ METÁLICA:
ANEXIÓN
ANEXIÓN anexión
anexión
anexión
ANEXIÓN anexión
ANEXIÓN
¡No hay luces en ninguna calle! ¡Han tomado todo el barrio! Pero no puedo ir atrás y enfrentarme a tanta gente. Déjalo ya, me dice Gina. Me tapo los oídos y echo a correr hacia delante. Grito para reducir el dolor. Gina y los perseguidores comienzan a CHILLAR. Se van encendiendo las LUCES DE LAS CASAS. Y lentamente voy sintiendo el DOLOR de esta horrorosa TRANSFORMACIÓN. Llego al otro lado del puente y corro hacia las calles pequeñas más inmediatas.
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