EL GARAJE

Por fin llegamos frente al garaje del padre de Dani. El portón está cerrado. Es una entrada pequeña, discreta. Dani golpea un par de veces. No se oye nada. La fachada de enfrente es un amplio bloque de viviendas. Algunas ventanas proyectan los resplandores de la tele. Vecinos apacibles que se resisten al cambio. Un niño nos mira desde un balcón. Dani vuelve a llamar con más fuerza. Justo al golpear se escucha el zumbido de apertura de la puerta. Dani empuja y entramos por la rendija. 

El garaje es una enorme nave iluminada por tristes fluorescentes desgastados. Coches apilados a los lados, mal aparcados. Hay dos HOMBRES MAYORES en el centro, jugando a las cartas en una mesa. Poco pelo y barrigas caídas que alimentan con constantes tragos de pacharán. Nos observan entrar pero ni se inmutan. Uno de ellos pronuncia un seco ¡Qué! Dani dice que necesita el coche de su padre. A ellos les da igual, que cojamos el que más nos guste. Se escucha un GRITO de MUJER a los lejos, retumba en la nave. Dani les pide gasolina y saca unos cuantos billetes del bolsillo. Los tipos se ríen. Qué quieres que haga con eso, ¿limpiarme el culo?, dice el más viejo, y echa otro trago. De nuevo el grito. Mejor largarse de aquí, le digo a Dani, pero se resiste. Tú tráenos comida, chaval, y a lo mejor hablamos, dice el otro hombre rascándose una herida abierta tras la oreja. 

De una puerta del fondo sale un MECÁNICO JOVEN abrochándose los pantalones. Le sigue GINA, una chica menuda de ojos rasgados, levemente orientales. Recompone su ropa dejando claro que no lleva sujetador. Se aproxima a los hombres mayores y les exige el combustible prometido. El más viejo se levanta y le dice que primero tiene que acabar la faena, y se baja la cremallera del pantalón. Gina, enojada, va hacia una mesita del fondo donde hay varias latas. Se dispone a coger una pero el mecánico la golpea en un brazo. ¡Eh, tú!, se enfurece Dani. ¡Vosotros fuera!, nos grita el mayor. El mecánico se sigue ensañando con Gina. Déjala, por favor, le pido al hombre. ¡Fuera ya mismo!, insiste el otro barrigón. Pasad de esta tía, aconseja el mecánico, ¿no veis que es una de Ellos? Gina consigue liberarse y grita que ¡Eso es mentira!

Aunque con mucho recelo, me interpongo entre Gina y el mecánico. Bueno, venga, nos vamos ya, digo cogiendo a Gina de un brazo. Pero ella se violenta porque ¡Me deben una lata! El mecánico coge un bate: ¡te teníamos que romper la cabeza, por cabrona! Tiro fuerte de Gina y de Dani hacia la salida. El más viejo le dice al mecánico ¡Ciérrales la puerta! Pero cuando el mecánico se adelanta, Dani le pone la zancadilla. Y aprovechamos para salir corriendo por el hueco.

Y seguimos veloces calle abajo, escuchando los gritos e insultos del mecánico que nos persigue con el bate en alto. Dani va el primero e intenta torcer por la siguiente calle. ¡Sigue recto, joder, no callejees!, le grito.

2 comentarios:

David G. Panadero dijo...

Algo parecido sucedió anoche en un garaje del Puente de Vallecas.
Pero quizás ELLOS interfieran en la batería de los coches. Cada vez hay más coches abandonados, algunos en medio de la calle.

Ω dijo...

Ellos huelen a electricidad, pero es por culpa del dinero por lo que nos tienen quietos: gasolina, comida... Pero fíjate que son muy cucos y mañana, los coches estarán casi todos bien aparcados para que no se note. Pero haz una foto a la calle y verás que más de la mitad nunca se mueven de su sitio, y es por falta de combustible. Los otros que sí se mueven a diario, ya sabes de quiénes son.

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